EL LIBRO DE FRANCOISE SAGAN
La novela fue publicada en 1954, y generó polémica y escándalo moral, era de avanzada para la época.
La desconocida autora, de tan solo dieciocho años, saltó en forma meteórica a la fama. Su padre le sugirió cambiarse el apellido y elegir un pseudónimo, sería Sagan, tomado de un personaje de Marcel Proust.
A ese sentimiento nuevo cuyo tedio, cuya dulzura me obsesionan, dudo en darle el nombre, el hermoso y grave nombre de tristeza. Es un sentimiento tan total, tan egoísta, que casi me produce verguenza, cuando la tristeza siempre me ha parecido honrosa. No la conocía, tan solo el tedio, el pesar, raramente el remordimiento. Hoy, algo me envuelve como una seda, inquietante y dulce, separándome de los demás.
El texto de la autora francesa se abre con la descripción de la tristeza, ese sentimiento nuevo para el personaje adolescente.
Aquel verano yo tenía diecisiete años y era completamente feliz.
La joven autora, como su personaje Cecile, tenía un estilo y una vida despreocupada, vivió en el Distrito XVI, el más caro y solemne de París, iba a escuchar jazz a Saint Germen des Prés, se encontraba con sus amigos músicos, artistas, snob, magnates, perdía cuantiosas cifras en los casinos, le gustaban los autos veloces, era reconocible por su personalísimo estilo, tuvo problemas con el fisco y con la justicia, cayo bajo el efecto de las drogas. Alcanzó la fama a la edad que ningún escritor lo logró. Vivió una vida de ficción, de película.
Y su novela fue llevada al cine con el mejor estilo Hollywood.
LA PELICULA (1958)
Protagonizada por la bellisima Jean Seberg, David Niven y Deborah Kerr
El guión de la película es de una simpleza que contrasta con el libro de Sagan, en el que la autora analizaba la complejidad y los contrastes de los sentimientos de la protagonista.
La dirección de Preminger hace que disfrutemos de los paisajes, de la belleza de los personajes, y nos conduce a través del relato orientado a la trama dramática, a la creación del suspenso y el desarrollo de la acción.
El espectador es informado desde el inicio de la película de un hecho, que si bien desconoce, le crea espectativa y suspenso, se le ha anunciado que algo ha ocurrido en el último año de la vida del personaje, es decir, que algo ocurrirá, lo esperamos, deseamos conocerlo.
Con Bonjour tristesse , el director inició una segunda etapa de su carrera, que estuvo marcada por su interés en el Cinemascope, el nuevo y más ancho formato de proyección de películas, y por sus experimentos técnicos.
Preminger juega con el color y el blanco y negro para marcar el ritmo de la historia de Bonjour tristesse , narrada por Cecile (Jean Seberg), la joven adolescente que hace lo posible para estropear la relación de su adorado padre, Raymond (David Niven) con la elegante y fría Anne (Deborah Kerr).
La película muestra el presente de Cecile, en blanco y negro,con el discurso directo de la protagonista, a trevés de la voz en off, en el que reflexiona, narra y explica sus sentimientos.
Mientras que el relato de ese pasado, recordado por la joven a través de "flashbacks", está rodado en color.
El director nos guía a través del relato de Cecile, alternando imágenes del presente melancólico y apesadumbrado, en blanco y negro, con esos recuerdos en color que la atormentan.
La trama gira alrededor de la relación padre hija, y presenta el conflicto del triángulo sentimental, con celos, miedos, traición, mentiras y celadas, al entrar en escena la figura del tercer personaje, la pareja madura del padre, que es una vieja amiga de la familia.
La espectacular Deborah Kerr, en el personaje de Anne, una amiga de su madre y conocida desde años, pasa a ser una rival inesperada en el desarrollo emocional de Cecile, la adolescente caprichosa y acostumbrada a la vida frívola del padre, al lujo, y la diversión.
El relato está narrado desde la mirada de la hija, que en la novela lo presenta:
"Mi padre tenía cuarenta años y era viudo desde hacía quince. Era un hombre todavía joven, lleno de vitalidad, de posibilidades, y, al salir yo del internado, dos años antes, no me costó entender que viviese con una mujer (...que cambiaba cada seis meses).
Era un hombre despreocupado (...) que gustaba a las mujeres."
Y en cuanto a su código moral, dice:
"Rechazaba por sistema las nociones de fidelidad, de seriedad, de compromiso. Me explicó que eran arbitrarios, estériles. (...) Ese concepto de las cosas me seducían: amores rápidos, violentos y pasajeros. A mi edad no seduce mucho la fidelidad. (...) el amor: citas, besos y hastíos."
La relación entre el padre y la hija, es presentada como si se tratara de una amistad, o de compañeros de diversiones. El padre es inmaduro, un play boy, un don juan, que tiene como amantes a chicas jóvenes, de la edad de Cecile, que están presentadas como tontonas.
La protagonista dice de la relación con su padre: "No cabía imaginar mejor amigo ni más jovial".
"Lo quise de inmediato, y de todo corazón, porque era bueno, generoso, alegre y cariñosísimo conmigo"
Al preguntarle el padre si le molesta la presencia de Elsa, la muchacha con la que mantiene una relación, Cecile la acepta y explica que "Elsa no supondría estorbo alguno para nosotros".
El fortísimo sentimiento edípico de Cecile por su padre se expresa a través de celos, miedo, posesión, envidia, deseo por ocupar el lugar de Anne.
El tema del deseo incestuoso no es explícitado, pero, tanto a nivel de la trama, como motor de la acción, como en la esfera temática es el núcleo, es el nudo de las relaciones entre los personajes.
La pasión de Cecicle por Raymond es expresada, descrita, narrada, además de mostrarse en la acción misma, a través del discurso de Cecile. Su subjetividad se da a conocer directamente al dirigirse al espectador a través de la voz en off, es quien relata, quien nos habla y quien nos mira a los ojos, al enfrentarse a la cámara al inicio del relato, en una escena inicial bailando, dirigiendo su mirada por sobre el hombro de su compañero de baile.
El plan de Cecile contra Anne empieza siendo una rabieta adolescente, un impulso. Cuando ese plan comience a concretarse, Cecile se asusta, teme que se esté descontrolando, y pierde el control de la situación. Desea volver atrás, confesarle a Anne que fue una trampa. Y efectivamente se lo confiesa, asume su culpa, le pide perdón, aunque ya es tarde.
Esto la vuelve un personaje más complejo, vulnerable, ambiguo e ingenuo.
Lo que comenzó siendo una fantasía casi infantil se torna una trama tenebrosa, de graves consecuencias. Cecile tiene conciencia de ello y se apiada de Anne. Y en ese mismo momento comienzan sus remordimientos, su culpa y expiación.
No volverá a ser feliz. Lo acontecido queda fijado y marca un cambio en su destino. La escena final del llanto de Cecilia es la mejor expresa el caracter traumático de lo acontecido.
El final de la película los encuentra unidos al padre e hija, pero ya no en la felicidad frívola e irresponsable, sino en la culpa compartida que subyace bajo el cinismo y el acuerdo tácito del silencio.
Raymond y Cecile conforman una pareja endogámica, unidos en el aburrimiento, el hastío, la imposibilidad de establecer un vínculo fuera de esa relación.
Jean Seberg
Otto Preminger seleccionó a Jean entre doce mil candidatas para una película anterior a Bonjour Tristesse, se trataba del personaje de Juana de Arco para Santa Juana (1957)
Y Godard, al verla en Bonjour tristesse la eligió para su personaje de Sin aliento (1960), y así, Jean Seberg se convirtió en el ícono de la mujer de la Nouvelle Vague, de la muchacha moderna de los años 60.
La adolescente americana que fue descubierta por Otto Preminger pasó directamente a la escena francesa, y a residir en Francia.
Jean Luc Godard dijo que es como si el personaje de Patricia de su película hubiera salido de la Cecile de Bonjour tristesse, para continuar en Sin aliento.
Con el éxito de Sin aliento Godard catapultó las carreras de Jean-Paul Belmondo y Jean Seberg. Belmondo encarnaba a un ladrón, que tras matar a un policía en Marsella, se reencuentra en París con Patricia, una estudiante liberal americana, que sueña con matricularse en la Sorbona y ser periodista.La imagen de Seberg vendiendo diarios por los Campos Elíseos ha quedado grabada en la retina de muchos cinéfilos.
A los ojos de la juventud francesa, Patricia-Jean, después de la Cécile de 'Buenos días, tristeza', se convertía en un símbolo de la liberación femenina.
Con su look del pelo cortísimo, con su estilo descontracturado, representaba los nuevos tiempos, el nuevo modelo juvenil, la nueva moral, las nuevas ideas y estilo de vida.
Pronto se convirtió en una especie de mito: encarnaba a la mujer de esta generación de jóvenes rebeldes.
El novelista mexicano Carlos Fuentes,casado a finales de los 60 con la actriz de Nazarín de Buñuel, Rita Macedo, sucumbió a sus encantos, y se quedó hechizado por ella. Le ha dedicado una novela, Diana o la cazadora solitaria, donde le cambia el nombre por Diana Soren.
En la novela, sorprende el lado oscuro de Seberg, su rabiosa independencia y su compromiso con las causas de los Panteras Negras, del hippismo o de los derechos humanos.
Militó en la defensa de los negros a través de su amistad con el escritor James Baldwin.
Durante el rodaje de La leyenda de la ciudad sin nombre se enamoró de Clint Eastwood y vivió un romance.
A finales de la década de 1960, el FBI puso en el punto de mira a la actriz francesa por su apoyo a los movimientos por los derechos civiles y su relación sentimental con un miembro de los Panteras Negras.
En 2019 se estrenó un thriller político sobre esta etapa de la vida de la actriz, Seberg, protagonizado por Kristen Stewart, en el que la muerte de la actriz, que se dio a conocer como suicidio, habría sido provocada por el FBI.
Entrevista a Jean Seberg:
https://youtu.be/ssyyBP0LB7I
Comentarios
Publicar un comentario