LA CIOCIARA, o DOS MUJERES, de De Sica,1960
DOS MUJERES, UNA JOYA DE VITTORIO DE SICA
Con el título original de LA CIOCIARA, Vittorio De Sica adapta para el cine la novela La campesina (La ciociara), de Alberto Moravia, publicada en 1957.
LA NOVELA
Moravia es un gran lector y seguidor en su escritura del ruso Dostoievsky.
Los últimos años de la guerra el autor, junto con su mujer, la también escritora Elsa Morante, se refugiaron cerca de Ciociara. De esas experiencias sobre la difícil y desesperada realidad italiana volcaría en sus novelas, muchas de las cuales fueron llevadas al cine.
1960
Sofía Loren y Jean Paul Belmondo.
La guerra, el hambre, el miedo, el horror, la solidaridad.
La caída de Mussolini, la ocupación alemana y el avance de las tropas aliadas
En el centro la gente común, la vida cotidiana, la lucha por sobrevivir.
La película presenta un relato devastadoramente dramático, que expone el melodrama humanista de la contienda bélica, pero atravesado de sentimentalismo.
Con el fondo de los últimos días de la guerra, los personajes aman, recuerdan, miran hacia el futuro, mientras viven el día a día.
De Sica dramatiza el conflicto entre los viejos valores tradicionales y el nuevo paisaje de devastación moral dejado por los desastres de la guerra.
-Paz, paz..
– Sí, paz… muy bonita la paz… ¡Habéis destrozado para siempre a mi hija!¡Esto es peor que la muerte! (Como respuesta recibe un gesto de burla). ¡No, yo no estoy loca!¡No estoy loca!¡Mirad! (Cesira levanta la falda a su hija) ¡Mirad y decid ahora que estoy loca!¡Cerdos, cornudos, hijos de puta!
El papel de Cesira estaba pensado originalmente para Anna Magnani, por lo que Sofía Loren consiguió el papel, logrando con él uno de los mayores triunfos de su carrera.
Entre 1954 y 1974 Vittorio de Sica rodó ocho películas con la Loren como protagonista; en ese período se produce la transformación de la «pizzaiola» en una actriz de talento siempre disputado por su condición de exuberante símbolo sexual.
Por su creación de Cesira, personaje que declaró haber preparado utilizando los «recuerdos sensoriales» de su propia experiencia durante la guerra, la Loren recibió una lluvia de premios, tanto en el festival de Cannes como por parte de la Academia de Hollywood, que le concedió el Oscar pese a que la película no era de lengua inglesa.
Los ciudadanos comunes que sufren el desgarramiento de la guerra son víctimas. No hay ganadores o perdedores. Ni buenos y malos.
Lo que cuenta es salvar la vida, lo importante es sobrevivir lo mejor que se pueda y aprovechar las armas que se tienen a mano.
Las referencias políticas que se van haciendo a lo largo de la película presentan al personaje de la Loren con simpatía por el Duce, tanto Cesira como los habitantes y refugiados del pueblo al que huye temiendo por la vida de su hija ante los bombardeos que sufre la capital, ven con ojos suspicaces a todo aquél que habla de política para despotricar del fascismo.
Solo el personaje de Michele (Jean Paul Belmondo) habla en contra del régimen fascista.
Ante su intervención con un discurso político, todos los demás se molestan porque el ambiente de fiesta campestre se vea enturbiado por algo tan molesto y poco elegante como el recuerdo de la guerra y el origen de la misma amparada en unas urnas que elevaron al Duce al poder.
A Cesira tanto le da uno como otro, cuando baja del tren que le lleva con su hija a lo que cree será el refugio seguro de la montaña, se exhibirá delante de los soldados alemanes que van al frente, “qué simpáticos son los alemanes”, cuando tenga que enfrentarse a un par de policías camisas negras que demuestran demasiado interés por Rosetta e insisten en que ambas duerman en el cuartel, la lugareña que les ha permitido dormir en su granja esa noche dirá, “son buena gente, son fascistas”.
En dos momentos Sofía Loren se nos aleja de la pantalla mediante un movimiento de la cámara: la primera desde un plano superior en la carbonera de su amigo, una escena llena de erotismo y deseo, y de amor, de amor que las convenciones sociales ocultan.
La segunda escena en la que la cámara va tomando distancia, es en condiciones mucho más dolorosas, en la habitación donde Cesira y Rosetta han sido acogidas: madre e hija, fundidas en un abrazo lleno de secuelas, abandonan nuestra pantalla, cada vez se van haciendo más diminutas.
Al final del camino la risa y la alegría de la mirada ha desaparecido, para siempre, de estas dos mujeres, por eso cada vez las sentimos más lejos, abandonadas, perdidas en su amargura.
Han sido tratadas como objetos, pisoteadas, tratadas como locas, dos mujeres solas en una carretera polvorienta tratando de limpiar su alma con el agua del río. Nada volverá a ser como antes.
Comentarios
Publicar un comentario