LA CIOCIARA, o DOS MUJERES, de De Sica,1960

Dos mujeres (La ciociara, Vittorio de Sica, 1960)

DOS MUJERES, UNA JOYA DE VITTORIO DE SICA

PASAJES Librería internacional: La ciociara | Moravia, Alberto ...

Con el título original de LA CIOCIARA, Vittorio De Sica adapta para el cine la novela La campesina (La ciociara), de Alberto Moravia, publicada en 1957.

LA NOVELA

Moravia es un gran lector y seguidor en su escritura del ruso Dostoievsky.

Los últimos años de la guerra el autor, junto con su mujer, la también escritora Elsa Morante, se refugiaron cerca de Ciociara. De esas experiencias sobre la difícil y desesperada realidad italiana volcaría en sus novelas, muchas de las cuales fueron llevadas al cine.

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1960

Sofía Loren y Jean Paul Belmondo.

La guerra, el hambre, el miedo, el horror, la solidaridad.

La caída de Mussolini, la ocupación alemana y el avance de las tropas aliadas

En el centro la gente común, la vida cotidiana, la lucha por sobrevivir.

La película presenta un relato devastadoramente dramático, que expone  el melodrama humanista de la contienda bélica, pero atravesado de sentimentalismo.

Con el fondo de los últimos días de la guerra, los personajes aman, recuerdan, miran hacia el futuro, mientras viven el día a día.

De Sica dramatiza el conflicto entre los viejos valores tradicionales y el nuevo paisaje de devastación moral dejado por los desastres de la guerra.


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La acción está ambientada a lo largo de los nueve meses del año 1943 que duró la ocupación alemana del país.

Ante el bombardeo aliado de Roma, la viuda Cesira, que vive con su hija de trece años Rosetta,  decide regresar en busca de seguridad a su pueblo natal de Santa Eufemia, en las montañas de Ciociaria.

Allí, lejos de las miserias del frente, conocen a Michele, un intelectual comprometido políticamente con la resistencia partisana.
 
Cesira, además de tratar de sobrevivir, lucha por la dignidad y por dar un buen ejemplo de valores morales a su hija.

Hacia el final de la película, y en el trágico camino de regreso a Roma, luego del exilio en el pueblo de la montaña, Cesira y su hija protagonizan una escena de gran dramatismo, que se traduce en la desesperación moral de la protagonista, cuando descubre que Rosetta se ha entregado al hombre que las lleva de vuelta a Roma a cambio de un par de medias.

Dos mujeres (La ciociara, Vittorio de Sica, 1960)

¡Habéis destrozado para siempre a mi hija!¡Esto es peor que la muerte!

De Sica muestra con gran expresividad el drama de la guerra: la experiencia traumática de la guerra no termina por el mero hecho de llegar con vida a su final, deja secuelas también morales.
Cesira se planta ante un coche que se aproxima por el camino… le hace frenar. Tira las maletas que lleva con furia.
El desgarrador y desesperado enfrentamiento de la protagonista a los soldados aliados, expone una de las aristas de la temática moral, tan cara al cine neorrealista italiano:

– ¿Sabéis lo que han hecho los turcos que están a vuestras órdenes? ¿Sabéis lo que han tenido el valor de hacer en un lugar consagrado? ¿Bajo los ojos de la Virgen? ¡¿Lo sabéis?!
-Paz, paz..
– Sí, paz… muy bonita la paz… ¡Habéis destrozado para siempre a mi hija!¡Esto es peor que la muerte! (Como respuesta recibe un gesto de burla). ¡No, yo no estoy loca!¡No estoy loca!¡Mirad! (Cesira levanta la falda a su hija) ¡Mirad y decid ahora que estoy loca!¡Cerdos, cornudos, hijos de puta!


El neorrealismo, además de exponer los dramas de la guerra, la pobreza, las dificultades de la vida durante y después de la guerra, es un cine de valores, un cine moral. Sus protagonistas son gente común, que lucha por mantener la dignidad y sus valores de honestidad.

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El papel de Cesira estaba pensado originalmente para Anna Magnani, por lo que Sofía Loren consiguió el papel, logrando con él  uno de los mayores triunfos de su carrera.

Entre 1954 y 1974 Vittorio de Sica rodó ocho películas con la Loren como protagonista; en ese período se produce la transformación de la «pizzaiola» en una actriz de talento siempre disputado por su condición de exuberante símbolo sexual. 

Por su creación de Cesira, personaje que declaró haber preparado utilizando los «recuerdos sensoriales» de su propia experiencia durante la guerra, la Loren recibió una lluvia de premios, tanto en el festival de Cannes como por parte de la Academia de Hollywood, que le concedió el Oscar pese a que la película no era de lengua inglesa.

Los ciudadanos comunes que sufren el desgarramiento de la guerra son víctimas. No hay ganadores o perdedores. Ni buenos y malos.

Lo que cuenta es salvar la vida, lo importante es sobrevivir lo mejor que se pueda y aprovechar las armas que se tienen a mano.

Las referencias políticas que se van haciendo a lo largo de la película presentan al personaje de la Loren con simpatía por el Duce, tanto Cesira como los habitantes y refugiados del pueblo al que huye temiendo por la vida de su hija ante los bombardeos que sufre la capital, ven con ojos suspicaces a todo aquél que habla de política para despotricar del fascismo.

Solo el personaje de Michele (Jean Paul Belmondo) habla en contra del régimen fascista.

Ante su intervención con un discurso político, todos los demás se molestan porque el ambiente de fiesta campestre se vea enturbiado por algo tan molesto y poco elegante como el recuerdo de la guerra y el origen de la misma amparada en unas urnas que elevaron al Duce al poder.

A Cesira tanto le da uno como otro, cuando baja del tren que le lleva con su hija a lo que cree será el refugio seguro de la montaña, se exhibirá delante de los soldados alemanes que van al frente, “qué simpáticos son los alemanes”, cuando tenga que enfrentarse a un par de policías camisas negras que demuestran demasiado interés por Rosetta e insisten en que ambas duerman en el cuartel, la lugareña que les ha permitido dormir en su granja esa noche dirá, “son buena gente, son fascistas”. 

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En dos momentos Sofía Loren se nos aleja de la pantalla mediante un movimiento de la cámara: la primera desde un plano superior en la carbonera de su amigo, una escena llena de erotismo y deseo, y de amor, de amor  que las convenciones sociales ocultan.

La segunda escena en la que la cámara va tomando distancia, es en condiciones mucho más dolorosas, en la habitación donde Cesira y Rosetta han sido acogidas:  madre e hija, fundidas en un abrazo lleno de secuelas, abandonan nuestra pantalla, cada vez se van haciendo más diminutas.

Al final del camino la risa y la alegría de la mirada ha desaparecido, para siempre, de estas dos mujeres, por eso cada vez las sentimos más lejos, abandonadas, perdidas en su amargura. 

Han sido tratadas como objetos, pisoteadas, tratadas como locas, dos mujeres solas en una carretera polvorienta tratando de limpiar su alma con el agua del río. Nada volverá a ser como antes.

Dos mujeres (película de 1960) - Wikipedia, la enciclopedia libre


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