Lo mejor de la comedia francesa, el mejor Malle en versión comedia, sin duda, esta deliciosa película ambientada en pleno Mayo 68 francés, de 1990. Con un espléndido Michel Piccoli, y Miau Miau.
Nos sorprende porque mantiene toda su frescura, su gracia, su vitalidad y su riqueza.
Relata el reencuentro de los miembros de una familia en la casona familiar, para velar a la matriarca de este pintoresco clan.
Malle maneja todos los hilos del relato, siguiendo las derivas de la familia, a la vez que muestra una clara voluntad de revisar la historia reciente de Francia.
Con la distancia de veinte años que lo separan de los hechos históricos, Malle enfoca esa época a través del prisma irónico, paradójico, por momentos crítico, hilarante, pintoresco, que nos hace amar a los personajes y reír, con la tranquilidad que nos da el conocimiento de la continuidad cronológica de la historia.
La mansión familiar es el escenario y la caja de resonancia de los conflictos personales y familiares, del pasado y del estallido sociopolítico del momento presente.
La conexión entre lo personal y lo político, aparece desde la primera escena del enjambre de abejas, que están inquietas, y se mantiene a lo largo de la película con la información de los acontecimientos del exterior, que brinda la radio.
Con apagones y cortes de luz intermitentes, esa historia se interrumpe, se reinterpreta, se malentiende por el miedo y las suspicacias.
Los hechos irán ascendiendo en el espiral revolucionario, si bien imaginario, o temido, para expulsar a la familia fuera de la casa, buscando una salvación, un escape.
Las escenas del exterior, en esa marcha, los une como a las abejas, y los lanza hacia un destino inesperado. Lo que empieza siendo un pic nic deriva en la pernoctada en la cueva.
Como un clan primitivo, aislado y huyendo de su destino, la familia encuentra el apoyo y la salvación en las relaciones que ha ido construyendo a lo largo de los días.
Días de enfrentamiento y pelea, que se irán tornando encuentro y descubrimiento. Descubrimiento del otro y de sí mismos.
Cambio en el mundo interior, y revolución en el mundo exterior. Los acontecimientos se desarrollan, la historia y también la subjetividad fluye. Las dos esferas son dinámicas, cambiantes, imprevisibles.
Lo que es, lo que ocurre aparece envuelto con las posibilidades, los deseos, lo que se espera o se teme.
Un descanso, un momento de paz es como un pic-nic, en el campo en un día de primavera, en el mes de mayo francés. Es como un momento para luego seguir andando.
Pero ese momento condensa la chispa de la alegría de existir. Aún en medio del caos.
La revolución y la alegría, la serenidad y los estertores de las manifestaciones callejeras, todo eso es la vida, la vida y su renovación a través de la muerte.
La propuesta juvenil, que llega a través del sobrino de Milou, que estuvo en las barricadas, es
un llamado al goce total a través del sexo libre, a la solidaridad y hermandad, a la abolición del trabajo y la construcción de comunas libres inspiradas en los postulados del movimiento hippie.
Este llamado contagia, transforma y catapulta al exterior, al contacto con la naturaleza, a los
integrantes de la familia que hasta ese momento se habían dedicado a repartirse y disputarse la herencia.
Sin embargo, toda
esta actividad lúdica y bucólica se desenmascará como pura simulación y representación cuando se
produzca el segundo movimiento, producto del segundo corte de luz. Este segundo movimiento -que difumina y hace desaparecer al sobrino-portavoz juvenil y coloca en primer plano la presencia fantasmagórica de unos supuestos «obreros expropiadores»-, está pautado por el suceso real de la desaparición de De Gaulle, el 29 de mayo, cuándo decide
huir dejando tras de sí un vacío de poder que nadie finalmente osará ocupar. Es así que los personajes de la familia, a los que se suman los dueños de la fábrica del pueblo, se lanzan a la noche
oscura y fría, con hambre y despojados de sus bienes, para finalmente ser recluidos como bestias aterradas en una caverna prehistórica.
Desaparecido el goce epicúreo y la seudocamaradería, vuelve a surgir el tema de los conflictos familiares llegándose a un clímax patético en esa lucha encarnizada entre las dos primas-bestias que luchan por la obtención de las joyas de la abuela. Se clausura definitivamente la promenade campestre y hay una vuelta a la realidad de la pelea
Finalmente, en lo que podríamos llamar un tercer movimiento «de normalización y eterno
retomo», que coincide con la vuelta de De Gaulle a París y el llamado a nuevas elecciones, todos
los miembros de la familia vuelven a sus vidas y sus rutinas
Solo queda Milou, en la soledad de la casona, en compañía de sus recuerdos, bailando con el fantasma de su madre.
Y fuera de la casa, el viejo sirviente, a quien se le había encomendado la tarea de cavar la fosa, que seguirá al servicio de Milou, y a quien también se le aparece la madre.
Los viejos habitantes de la casa, vuelven al silencio y la soledad del caserón, ahora vacío y enorme.
A esta revisión del Mayo francés, le seguirán muchas otras películas que enfocarán estos hechos, entre las que se destacan LOS AMANTES REGULARES, de Garrell, LOS SOÑADORES, de Bertolucci, DESPUES DE MAYO, de Assayas.
Louis Malle creó películas para explorar la vida y su significado.
Luois Malle es uno de los cineastas más célebres de la historia de Francia. La mayoría de sus películas abordaron temas controvertidos hasta el punto de hacer de ellas casos judiciales en los Estados Unidos.
Estudió en París. Su primera opción para convertirse en profesional fue ciencias políticas, en incluso se matriculó en la prestigiosa Sciences-Po en París para luego dar un giro hacia el cine en el Instituto de Estudios Avanzados Cinematográficos.
Pronto, Louis Malle estaba trabajando con algunos de los nombres más grandes de la industria de la cinematografía francesa. Colaboró como codirector y camarógrafo junto a Jacques Cousteau en El mundo silencioso, ganadora de un Premio Oscar y la Palma de Oro.
En sus primeras películas, Ascensor para el cadalso (1957) y Los amantes (1958), Malle hizo de Jeanne Moreau, que era una actriz de teatro de la Comedia Francesa, una estrella internacional.
Con esta última, el director rompió tabúes de la época, causando controversia en los EEUU.
Continuando con sus temas polémicos, Malle abordó las temáticas del suicidio, el incesto, y el régimen nazi, en sus películas Fuego fatuo (1963), El soplo al corazón (1971) y Lacombe Lucien (con guión del Premio Nobel Patrick Modiano, 1974), respectivamente.
Malle se radicó en Estados Unidos, donde continuó su carrera comenzando con Niña bonita (1978), la película que hizo de Brooke Shields una estrella internacional, seguida de Atlantic City (1980), protagonizada por Susan Sarandon. Y donde murió en 1995.
En su segunda etapa europea todavía le quedaban por realizar las películas consideradas en la cumbre de su carrera, Adiós a los niños (1987), Milou en mayo (1990) y Herida (1992), un gran éxito internacional.
Su perfil como realizador no se ajusta a la definición canónica de “autor”: demasiados vaivenes temáticos, una obra realizada a ambos lados del Atlántico en dos ámbitos muy diferentes de producción, ecléctico en las formas.
Era un defensor de la cámara invisible; «Yo tengo que borrarme, ponerme al servicio de la historia, encontrarle al objetivo el ángulo y la distancia adecuada para hacer más creíbles y vivos los personajes», llegó a afirmar.
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